SE ESCONDIÓ LA SEXTA LUNA CON MUCHO PARA CONTAR…


Fernando PEDERNERA
Radio Nacional Bs. As.


La jornada comenzó, tal lo previsto, con la secuencia tradicional: Poema-Himno a Cosquín-Grito-Arenga. Todos precedieron a la brillante apertura a cargo de Néstor Garnica, consagración 2004 del Festival de Cosquín.

El violinista santiagueño de La Banda repasó clásicos de su discografía como “Chacarera del Violín”, “La Manogasteña”, “El gato de la Negra”, y se permitió cerrar con la danza húngara “Czardas de Monti”, en una muestra más que elocuente de su formación académica y de su refinamiento puesto al servicio de nuestra música popular.

Pese al clamor de la plaza por otra del santiagueño, el maestro de ceremonia consideró más oportuno darle lugar al siguiente artista. Rafael Amor, juglar comprometido del canto compañero, le regaló a la concurrencia de la plaza Próspero Molina cuatro himnos de su propia hechura: “Con la Libertad”, “No me llames extranjero”, “Corazón Libre” y “Olor a goma quemada”.

Fiel a sus convicciones, el músico y poeta porteño ratificó su preferencia por la intimidad del artista con su público por sobre los fenómenos de histeria colectiva que el sistema persiste en prodigar.

Fue una antesala perfecta que predispuso a la Plaza a escuchar atentamente la propuesta que Verónica del Villar, ganadora del certamen Pre Cosquín en el rubro solista vocal femenina que interpretó la cueca cuyana de Hugo Rivella y Daniel “Chato” Díaz “Nacida en agua de guerra”, y “El tímido”, gato cuyano de Raúl Carnota.

Luego fue el arte de la quena de Mariana Cayón el que propinó la primera gran ovación de una noche que se preveía memorable ya que por la mitad se iba a presentar “El Chaqueño” Oscar Esperanza Palavecino.

Mariana Cayón, salteña de los valles calchaquíes tocó motivos populares como “Juana Azurduy”, cueca de Ariel Ramírez y félix Luna, “Alborozo Coya”, dedicado a su padre, una selección de marchas, huaynos y carnavalitos para cerrar, luego de la ovación de una plaa colmada en su totalidad, con una excepcional versión de “Trn Expreso”, de Raúl Barboza.

Fue la telonera perfecta para que el joven formoseño Lázaro Caballero Moreno se despachara con “El Marucho”, chacarera de Pilín Zalazar, los chamamés “Formosa por siempre”, de Ricardo Martínez, y “El Burro”·, de Mario Millán Medina, la zamba “De fiesta en Cosquín”, de su propia autoría junto con Ricardo Martínez, y la polca paraguaya de Enrique Martínez “Lucerito Alba”.

Como para tranquilizar los ánimos y la ansiedad del público asistente, subió al escenario Atahualpa Yupanqui el Grupo de Danza Herencia, de Japón, que homenajeó al Festival con un Escondido y un Malambo.

Y llegó el momento más esperado por las más de 12.000 personas que, por primera vez en lo que va de la 49ª edición del Festival, ocupó hasta el más mínimo espacio: la presentación del Chaqueño Palavecino que comenzó con toda la furia del Bermejo y del Pilcomayo traducida en ocho temas antes del saludo inicial, luego del cual realizó un homenaje a su admirado Horacio Guarany, de quien recreó “Piel Morena”, “La Suncho Corral” y El Cara i mula”, que más tarde volvería a interpretar a dúo con la joven Marcela Ceballos.

Prosiguió con el popurrí Juan de la Calle (Yuyo Montes) – “La sin corazón” (Rojas”) – “Mi Voz” (Mugica-Palavecino), luego del cual tocó y cantó “El amor quebrado” (Yuyo Montes), la celebre y celebrada zamba “Balderrama” (G. Leguizamón), “Chaco escondido” (Ternán), “Que me olvides tu” (Ternán), el vals “Cuando llora mi guitarra” (Augusto Polo Campos), “Nadie lo sabe” (Y. Montes) y “Dejando Huellas”.

Después tuvo lugar el segundo popurrí integrado por “El dedo en la llaga” y “Celoso” para continuar con “Abuelo del Carnaval” (Palavecino). Hasta ese momento todo había sido fiesta.. Pero cuentan que el duende evocado en la Arenga inicial hizo una picardía y el clima comenzó de a poco a cortarse.

Vino, tras una fallida convocatoria a una cantora invitada y fuera de lo programado, una versión solista de “Puerto Tirol”, que inmediatamente repitió pero con la misionera “obrera del canto del Litoral” María Ofelia sobre el escenario, antes de lo cual deslizó el primer comentario respecto de que habían “gobernados”, tal el término que utilizó.

Luego del aplauso que propició el dueto, llegó el amago de terminar su show cuando, según la planilla presentada por el músico a SADAIC, faltaban 8 temas. Sin embargo, tocó “Amor salvaje” y dio por terminada su presentación en plena sexta luna coscoína, ante la aclamación pública por que regresara y el fallido intento del Maestro de Ceremonias, Marcelo Simón, cuyo oficio le fue nulo para poder lograr ese cometido.

Con una plaza hasta minutos antes repleta en su totalidad, rápidamente comenzó a dejar blancos a la vista por el éxodo casi inmediato de unos miles de concurrentes que juzgaron apropiado retirarse, cuando quedaba frente a un “monstruo” perplejo la espectacular Roxana Carabajal y un cuerpo de baile que representó como pudo el “Escondido de la Alabanza”, de su abuelo Carlos y de los Hermanos Díaz.

Y mientras se desarrollaba la actuación de la santiagueña, integrante de una familia sinónimo de Santiago del Estero, comenzaron los rumores, los intentos de explicación –del músico y de los organizadores- y llegó la Conferencia de Prensa en la que el Palavecino se quejó del horario en que siempre le tocaba actuar y argumentó que había existido un incumplimiento del contrato ya que –aclaró- había pactado una hora y media de show y lo habían dejado hacer solo “una hora y cuarto”.

Desde la Comisión Municipal de Folklore, no sin molestias, explicaron que a los números que se presentan en medio de la programación de cada noche se les concede un tiempo cercano a los cincuenta minutos, pero que con el Chaqueño se había hecho una excepción.

Mientras tanto, Roxana Carabajal seguía tratando a fuerza de puro oficio, magia y talento de reavivar el fuego que había amenazado con apagarse cuando se retiró el cantor de Rancho Ñato.

Fue así que interpretó con sobrada maestría la chaya “Viejas Promesas” (Peteco Carabajal), la chacarera “Melodía del Monte” (de Dipi Carabajal y Sergio Belloti), la vidala “T’ei vuelto a ver” (A. Chazarreta) y la chacarera “Crespín” (Santiago y Chingolo Suárez), para dar lugar a una bailarina que, sobre el fondo musical del bandoneón del Cuervo Pajón, realizó una coreografía para “La Compañera” (O. Valles). El cierre fue con la “Pockoy Pacha” (C. Carabajal y C. Juárez). Y todos ¿contentos? No parecía del todo…

Con ese ánimo y ese clima sobre la plaza, subió al escenario el Trío santafesino La Urbana, ganadores del certamen Pre Cosquín en la subsede Gálvez, en el rubro Dúo Vocal, y dejó sus muy buenas versiones de la “Zamba del Carnaval” (Leguizamón y Castilla) y el motivo popular “La vi por vez primera” (Torres Aparicio).

Más tarde, fue el momento de María Ofelia, quien agradó a la multitud que seguía disfrutando de una sexta luna que daría “mucha tela para cortar” por todo lo sucedido.

Pero no fue obstáculo para que la bella misionera se luciera en “La Caú” (recopilación de Valenzuela y Zappa), “El mate nuestro” (M. Ofelia y Hnos. Chávez) y “Lucerito Alba”..

Posteriormente interpretó “lo que sos mi chamamé” (M. A. Morelli) y la galopa “Hacia delante”, ambos incluidos en “Abrazarte”, su flamante disco, para concluir su presentación ovacionada producto de sus versiones de “Kilómetro 11” (Aguer-Cocomarola) y “Costera costerita” (Miño y Del Solar).

Y a partir de allí, la plaza fue toda del enorme Peteco Carabajal, quien haciendo gala de una madurez artística envidiable, recorrió su historial discográfico con “Soy santiagueño, soy chacarera”, “Bajo la sombra de un árbol”, “El embrujo de mi tierra” (compuesta con Carlos Carabajal), la zamba “A mis viejos”, la “Milonga del Peón de Campo” (Yupanqui), “Perdón” (de autoría compartida con Teresa Parodi) y “La Simple” (Demi Carabajal).

A su tiempo llegó “Aldeas”, “Vida” (Demi Carabajal y Macelo Mitre), “Huellas” (M. Saccomano) y “Del aire” (L. Ros) a dúo con Laura Ros, “Dónde ha quedado el cielo” (escrita con Carlos Carabajal) para lucimiento de Graciela Carabajal –“hermana de Peteco y Demi, sobrina de Cuti, Kali y Roberto, mamá de Roxana e hija de Carlos Carabajal”, según el árbol genealógico que ella misma enumeró- y “Las cosas que he vivido” (Cuti Carabajal).

Sobre el final llegó a trío con sus invitadas “La Estrella Azul”, “Digo la Mazamorra” (poema del sanluiseño Antonio Esteban Agüero), “Desde el Puente Carretero” y “Entre a mi pago sin golpear”, entro otros éxitos que se encargó de ofrecer previamente, en un alarde de prolífico en composiciones. Que nadie duda que es.

Si uno juzga por el aplauso final, en ese momento a nadie pareció importarle lo sucedido un par de horas antes. Y Peteco Carabajal volvió a renovar su eterno romance con un Público que ha dado sobradas muestras de saber cómo comportarse ante la aparición de nuevos sucesos que no hacen más que ratificar lo que venimos diciendo desde la primera luna: Cosquín no deja de sorprender.

Y todavía faltan cuatro lunas…

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