SE FUERON LA TERCERA Y CUARTA LUNAS Y LLEGAMOS A LA MITAD DE LA EDICIÓN 2009 DE COSQUÍN.
Por Fernando PEDERNERA
Radio Nacional Buenos Aires
Radio Nacional Buenos Aires
Entre el domingo 25 y el lunes 26 de enero, el Valle de Punilla se volvió a iluminar con la música, la poesía y hasta la danza académica y popular en claves de tango y folklore.
La tercera luna ratificó la idea de que la Plaza Próspero Molina ha excedido su condición de “Plaza del Folklore” para convertirse en la “Plaza de la Música” que, Iñaki Urlezaga, Cecilia Figueroa y Ballet Concierto y su “Destino Buenos Aires” mediante, dejó en “posición fuera de juego” a todos aquellos que aún se preguntaban si lo que Ástor Piazzolla hacía era o no tango.
Inmediatamente, la exquisitez y mesura de Juan Falú, el guitarrista tucumano que homenajeó a su tío, Eduardo, a Atahualpa Yupanqui, cantó un viejo motivo riojano, “Algarrobo Algarrobal”, y se despidió ovacionado.
Con Leandro “Lele” Lovato la plaza se convirtió en una Salamanca, merced a su destreza instrumentística y a sus dotes de “showman” que le valieron el sonoro reconocimiento de una Plaza que lo aplaudió a rabiar.
La delegación de Córdoba nos entregó música, ingenio, picardía y reflexión, con una entrañable participación de Doña Jovita intercalada entre los números musicales.
El gaucho de Madariaga, Argentino Luna, logró el silencio de la Plaza para desplegar su corazón de llanura y espigas en milongas, relatos, zamba y huella. Y con gran generosidad presentó a la reciente Consagración del Festival de Jesús María, el payador bonaerense, de Rojas, Nicolás Membriani, con quien registró una inolvidable interpretación de “El oscuro patas blancas”, intercalado con las improvisaciones del joven valor, para luego entregarse -en un final memorable- al arte de Santos Vega.
Posteriormente, Canto Cuatro, el grupo de Salta, cosechó la más grande ovación de la noche al cabo de una presentación que incluyó seis temas y un bis, con un excesivo volumen de sonido que condicionó a los números posteriores.
Fue el caso de Anabella Zoch, bonaerense de San Nicolás de los Arroyos y radicada desde hace 7 años en España, quien no obstante cantó su exquisita rutina que incluyó la “Habanera de Cádiz”, una zamba en homenaje a su amiga Tamara Castro, “de quien no me pude despedir”, resaltó, y una selección de canciones del Litoral en homenaje a Rosendo y Ofelia quienes en 1996 la llevaron al Festival de Cosquín y fue la Revelación, justo el mismo año en que una impetuosa quinceañera llamada Soledad Pastorutti se adueñó del corazón de los argentinos.
La actuación se produjo luego de firmarse un Convenio entre el Ayuntamiento de Cádiz y el Municipio de Cosquín para que la ciudad gaditana se convirtiera en la primera sede del festival argentino en España.
Con el clima de la plaza un poco más tranquilizado, se presentó Penke Pereyra, joven de un pueblito cercano a Carlos Paz, hecho que precedió la actuación de Alborada, de La Rioja, ganadores del Certamen Pre Cosquín en el rubro Conjunto Vocal.
Más tarde, el grupo Quebracho interpretó tres temas que sirvieron de antesala del regreso de uno de los más grandes poetas de nuestro folklore, el salteño Ariel Petrocelli, dueño de la Zamba del Ángel, El Antigal y El Seclanteño, entre tantos himnos que canta y celebra el pueblo. Regreso que solo lució cuando el poeta se pudo dirigir desde su enorme interioridad al público que colmaba la plaza.
Sin embargo, hay que decirlo, la luz del vate hubo de decolorarse debido a un sonido deficiente y a una sobrecarga de música por encima de la poesía, en una muestra más de que las improvisaciones a último momento conducen a ninguna parte. No se merecía semejante figura un regreso tan opaco, y del que nada tuvo que ver porque su poesía sigue elevando almas.
Al instante, subió Mariano Fretes, que demostró sobre el escenario Atahualpa Yupanqui por qué había sido Consagración en 2001.
Y el cierre de la tercera luna le perteneció a Luciano Pereyra. Pero, como cuando pisó el escenario Atahualpa Yupanqui el público había comenzado a retirarse, se eliminaron las barreras que separaban a las populares de las plateas y se abrieron las puertas de la Plaza para que se volviera a colmar.
El joven cantor de Luján demostró que tiene condiciones para interpretar con sobrada solvencia nuestra música de raíz folklórica. Aunque también dejó entrever que es en las melodías románticas donde más cómodo se siente, con una rutina que incluyó algo más de una decena de temas.
Las fotos de la noche: El Público, aplaudiendo de pie durante varios minutos la destreza de Iñaki Urlezaga y el Ballet Concierto; Leandro Lovato y su pirotécnica interpretación de El Choclo, de Ángel Villoldo, con parejas de baile sobre el escenario, y el “negativo” que quedó de la vuelta de Ariel Petrocelli.
Y cuando la luna, tramontana durante esta edición, se convirtió en la cuarta, Facundo Toro, uno de los artistas más queridos por el público volvió a hacer de las suyas sobre el escenario Atahualpa Yupanqui a 10 años de haberse consagrado y a 13 de cuando Daniel Toro, su padre, lo presentó al público como su heredero, para que hicieran con Facundo lo mismo que habían hecho con él, años atrás.
L actuación de este verdadero “Hijo ‘e Toro” registró la primera postal de la noche cuando invitó al escenario al humorista Cacho Buenaventura y al Grupo Gualicho, con quienes interpretó la “Canción para una mentira”, muy celebrada por la concurrencia que debe haber sentido el sobrevuelo del duende de Cacho Iriarte, el recordado fundador de Los del Suquía.
A su término, el “folklore de elegante sport” se hizo presente en la Plaza con el Trío Martínez-Jaurena-Ciavattini y un set que comenzó con folklore y cerró con tango convocando con su versión de “Adiós Nonino” al espíritu de Ástor Piazzolla, que se quedaría sobrevolando hasta la aparición de Las Rositas Trío, cordobesas y tangueras que lo volvieron a llamar con una excepcional interpretación de Libertango.
Pero antes, tuvo lugar sobre la escena un nuevo reencuentro de la cordobesa de Tulumba Suna Rocha con su público, con un set de 7 temas que marcó otro momento estelar de la noche cuando invitó a Juan Iñaki y, a dúo, recrearon “El Seclanteño”, de Ariel Petrocelli.
Nuevamente el tango subió al escenario con la actuación del coscoíno Juan Peinado y extendió el abrazo latinoamericano al dejar pasar a la delegación de Colombia, “Los Carrangueros de Ráquira”, que hicieron vibrar a las plateas con ritmos del interior colombiano.
La provincia del Chaco homenajeó a su Cultura con una nutrida presencia sobre el Atahualpa Yupanqui, en momentos en que se confirmaba el rumor más inesperado: el cordobés de Cruz del Eje, Jairo, no podría cantar debido a una repentina disfonía.
Se vivieron momentos de zozobra hasta que con una hidalguía digna de los más grandes artistas enfrentó al público que casi colmaba la plaza y le explicó que no podría ofrecer la calidad que acostumbraba porque “sería estafarlos y faltarles el respeto”, se disculpó con los ojos humedecidos. Y el público, otra vez el público, siempre el público, respondió con una ensordecedora ovación que hizo emocionar hasta al gnomo más malvado que pudiera andar rondando. La actuación del enorme cantor de Cruz del Eje se reprogramó para el lunes 2 de febrero a las 22:30, esto es fuera del Festival.
El lugar de Jairo fue ocupado por la deliciosa coplera salteña Mariana Carrizo, quien en un alarde de modestia, chispa y profesionalismo cautivó a los casi 8.000 asistentes que prestaron su silencio y complicidad para que la cantora se luciera.
Tras la cariñosa aclamación, los maestros de Ceremonias, Miguel Ángel Gutiérrez y Marcelo Simón, hicieron subir al escenario para reencontrarlo con el público a Roberto Pérez, integrante de Los Tucu Tucu y sobreviviente de la tragedia que en mayo de 2007 se levó para la “Peña del Cielo” a los recordados Bulacio y Romero.
Un poco más relajados luego del mal trago pasado por la lamentable deserción de Jairo, Julio Palacios y sus Cañas Mágicas levantaron los ánimos de la multitud y en el mismo tenor se realizó la presentación de Guitarreros, arrebatando una nueva ovación.
Casi sobre el final se presentó el porteño Juan Manuel Figueroa, en busca de su propio estilo surero, que supo ganarse el pedido de un tema más y la aceptación por parte de los organizadores.
Y al cierre, la provincia de Corrientes se vistió de acordeonas, sapukay y verduleras con la presentación de “Viva el Chamamé”, colorida evocación que reunió sobre el escenario Atahualpa Yupanqui a Ramona Galarza, Los de Imaguaré, Mario Boffil, Los Alonsitos, Antonio Tarragó Ros y los Cien Acordeones Tarragoseros, estos dos últimos números que quedaron fuera de la transmisión de la Radio y de la Televisión, ante la decepción del centenar de músicos que vieran trunca su posibilidad de ser vistos y escuchados en sus patrias chicas.
Cosquín sigue sorprendiendo. Y eso que recién está promediando…
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